Rituales y Fetiches pt.1

Screen Shot 2014-03-11 at 5.21.37 PMEPIDEMIA

Las calles se encontraban desiertas, alguna que otra figura pasaba apresurada, siempre con la cabeza gacha, muy abrigada y con un tapabocas para protegerse de la enfermedad que asediaba la ciudad.
El virus había llegado de imprevisto, primero unas cuantas personas en diversos hospitales presentando sintomas muy novedosos: llagas en los muslos, vomito y fiebre que no remitia por mas medicamentos y remedios que se aplicaran, después de algunas menciones triviales en los medios de comunicación la gente parecio olvidarlo, pero los convalecientes seguian creciendo en numero. Cada vez más y más hasta que los lideres de opinion retomaron el tema. Estaciones de radio y televisoras dando precauciones inutiles sobre una enfermedad que no conocían, doctores, expertos y oficiales de gobierno dando sus opiniones día con día, hora con hora.

Tu intentabas dormir en tu cuarto, empapado de sudor y delirando con imagenes coloridas y figuras geometricas que nunca habias imaginado, la radio sonaba muy baja de fondo con la voz suave de algun cantautor melancolico antaño famoso. Era un bolero y parecia que el contenido de tus ideaciones aparecia y desaparecía según las indicaciones del ritmo marcado por la melodia. En todas ellas aparecía una fracción de ella, primero muerta y decadente, con montones de tierra cayendo cada vez más rápido sobre su rostro pálido; en otras sus manos y sus pechos estremeciendose mientras los tocas, en otras la observabas de reojo, como jugaba con sus pies cuando se ponía nerviosa, como imitaba tus tics y hábitos a fuerza de pasar tanto tiempo contigo, como nunca se había atrevido a decirte que te queria.

Después, de nuevo, su rostro. Sus ojos enormes abiertos como platos en una expresión de acusación, lanzando una ultima maldición mientras lanzabas tierra sobre ella con una pala que habias sacado de tu cajuela. Todo por el terror que te ocasionaba saber que algun día poder querrerla.

Matamos todo lo que amamos, lo demás no ha estado vivo nunca”

Que homicidio tan terrible y todo por que creías firmemente en la voz ajena de una mujer que había muerto electrocutada por una lampara en un continente que no era el tuyo. Odiando tu vergonzoso amor por la poesia de una autora que era considerada por la crítica como una de las menores en el gran canon de literatura. Jamás volverías a ser el ciervo y la cicatriz que dejo la flecha sobre tu ijar era el gran recordatorio de que la experiencia te había transmutado en depredador. Bestia marina que devora pescadores y flecheros. Todo esto mientras luchabas a muerte por el ultimo resquicio de lucidez en tu cama. Te quitabas la sabana y los escalofrios arremetian con fuerza inusitada ,te la ponias y sudabas como si estuvieras en un sauna.

Una parte de ti sabía que este era su castigo, la invocación que hizo, esa mirada feroz que te lanzo mientras apuntabas a su pecho con tu revolver. No habias visto miedo en su rostro, solo desafio.

Aun puedes verlo mientras una multitud de imagenes infernales invade tu cabeza. Como abria la boca dispuesta a decirte algo mientras levantaba un dedo acusador apuntado hacia ti; con tu mano en el gatillo disparando antes de atreverte a escucharla. La explosión y un ultimo gemido acompañado de palabras en un idioma que no comprendias.

Sus ultimas palabras habian sido una invocación que concentraba todo el odio y terror del genero femenino a través del tiempo y aun así había muerto, ahogando sus pulmones en sangre y escupiendo espuma mientras se acariciaba la herida como un pequeño animal de campo. Tu pensabas que al fin serías libre pero la sensación era la opuesta.

Ella moría sin arrebatar la vista de tu rostro, transicionaba del asombro al horror como si no pudiera creer que estaba muriendo, aun repitiendo esa incantación que no podías comprender.

Ahora es tu turno de escupir sangre mientras convaleces en una cama, rodeado de pañuelos y apestando a muerte. Sabes que no tiene caso buscar ayuda. Estas convencido de que esta gran epidemia es su venganza y que en ese ultimo momento, mientras sus ojos sin vida aun parecian mirarte algo había pasado que nunca terminarías de comprender.

Tal vez la encontrarías del otro lado lista para amarte por siempre en un abrazo mortal, susurrandote al oido que tu condena será nunca jamás poder escapar de ella. Ser para siempre su acolíto y renunciar a tu voluntad. Poner tu corazón y tu mente en un altar que lleve su nombre e inmolarlos en sacrificio.

(p/e)

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